El objetivo de la Revolución era la destrucción del "feudalismo". Los historiadores actuales, movidos por un prurito de purismo, tienden a rechazar, o al menos a corregir este término, que , sin duda, es el que mejor cuadra al sistema social medieval. Pero los juristas revolucionarios tenían mucho más clara las ideas. Efectivamente, en las estructuras que ellos impugnaron es fácil reconocer las características del modo de producción "feudal", o del feudalismo en un sentido en que lo entendemos hoy en día. Sin embargo, la Francia de 1789, un buen ejemplo de tal sistema, presenta cantidad de características particulares, cuya importancia descubriremos a medida que se desarrolla la Revolución francesa. Cuando hablamos de feudalismo, nos referimos ante todo al sistema económico tradicional de un mundo dominado por la economía rural. En 1789, el mundo campesino representaba el 85% de la población francesa, y la coyuntura económica sufría el opresivo condicionamiento del ritmo de escaseces y las crisis de subsistencia. En este sistema, en realidad, los accidentes económicos más graves son las crisis de subproducción agrícola, que en el siglo XVIII, no obstante la permanente disminución de las grandes hambrunas de los siglos anteriores, constituyeron factores esenciales ante los cuales la importancia de la industria queda relegada a segundo término. El tradicionalismo y el atraso de las técnicas agrícolas,evidente en comparación con Inglaterra, refuerzan la imagen de un campo "inmutable" en no pocos aspectos. El sistema social seguía aún reflejando, en su conjunto, la importancia de los tributos "señoriales". La aristocracia nobiliaria, considerada en su conjunto, poseía una parte importante de la tierra cultivable de Francia, tal vez un 30%, mientras que el clero, otro orden privilegiado, tenía por su lado del 6 al 10 % de la tierra. Lo más importante - e indudablemente lo que constituye la sobrevivencia más notable de formas medievales- es el peso de los tributos feudales y señoriales que recaían sobre la tierra, y que recuerdan la propiedad "eminente" que detentaba el señor sobre la tierra que, en realidad, poseían los campesinos. Efectivamente, esas cargas, variadas y complejas, constituían lo que los juristas , en su jerga profesional, llamaban "complejo feudal" (complexum feudale). Esta nebulosa de derechos incluía rentas en dinero ( el "censo"), y el champart, un porcentaje que debía entregarse sobre las cosechas, y que se hacía sentir mucho más gravosamente que aquél.Había muchísimos otros impuestos, a veces exigibles anualmente y a veces en forma ocasional, ora en dinero, ora en especie: por ejemplo, el "laudemio" (derecho de mutación sobre la propiedad), el "vasallaje", las "declaraciones de fe y homenaje"(aveux) y las "banalidades" ( estas últimas se expresaban en monopolios señoriales sobre los molinos, los hornos y los lagares). Por último, el señor detentaba un derecho de justicia sobre los campesinos de sus tierras, si bien es cierto que la apelación a la justicia real ponía este derecho cada más a menudo en tela de juicio. Además, determinadas provincias del reino fueron testigos de la sobrevivencia de una servidumbre personal que gravitaba sobre el derecho de "manos muertas", cuya libertad personal (matrimonio, herencia) era limitada.
En este resumen, forzosamente demasiado simple, no podríamos dejar de destacar lo que constituyó la originalidad de Francia en la crisis general del feudalismo europeo. Es tradicional oponer el sistema agrario de la Francia del siglo XVIII al sistema inglés, donde la eliminación sostenida de vestigios de feudalismo condujo a una agricultura de tipo ya precapitalista. A la inversa, se puede comparar lo que ocurre en Francia con los modelos que proponía Europa central y Oriental, donde la aristocracia,propietaria de la mayoría de tierra, se apoyó, a veces de un modo creciente en el siglo XVIII, en el trabajo forzado de los campesinos siervos ligados a la tierra. La versión francesa del feudalismo, a mitad de camino entre uno y otro sistema, es vivida tal vez tanto más dolorosamente cuanto que se hallaba ya en la última fase de declinación, a punto de su definitivo final. El campesino francés, en cambio, en gran parte propietario de la tierra y muy diversificado, habrá de desempeñar un papel importante en las luchas revolucionarias junto a la burguesía y contra una nobleza menos omnipotente que la de Europa oriental, tanto desde el punto de vista social como desde el económico. A la inversa si se compara la sociedad francesa con las sociedades más emancipadas, cuyo modelo es Inglaterra, se comprende la importancia de lo que se ponía en juego en las luchas revolucionarias.
Hace muy poco, una corriente de la historiografía francesa ha propuesto la idea de que sería imposible aplicar a la Francia clásica un análisis de tipo modero, y distinguir en ella clase sociales. Efectivamente ,para R. Mousnier, la sociedad francesa de la época era más bien una sociedad de "ordenes". Por órdenes no se entiende solamente la división oficial tripartita que opone Nobleza,clero y Tercer Estado, sino también las normas de organización de un mundo jerarquizado, con una estructura piramidal. Para evocar simbólicamente la sociedad francesa vale la pena recordar la procesión de los representantes de los tres órdenes en la ceremonia de apertura de los Estados Generales, en mayo de 1789. En primer lugar, el clero, en tanto primer orden privilegiado, pero él mismo resultado de una heterogénea fusión de un clero alto y de un clero bajo; luego, la nobleza, y , por último , el Tercer Estado, modestamente vestido con uniforme negro. Esta jerarquía no es meramente figurativa, sino que en ella los "privilegiados" gozan de una posición muy particular.El clero y la nobleza se benefician con privilegios fiscales que los ponen casi por completo a cubierto del impuesto real. Pero hay también privilegios honoríficos y en el acceso a los cargos,como,por ejemplo,la interdicción al Tercer Estado del acceso a los grados de oficiales militares, reafirmada a finales del Antiguo régimen . Se habla de "cascada de desprecio" de los privilegiados respecto de los plebeyos, y no sería nada difícil encontrar ejemplos concretos que ilustran el termino "reprimido social" que se ha aplicado al burgués francés de finales del Antiguo régimen. Esta jerarquía psicosocial de los "honores" es tan manifiesta que engaña acerca de las verdaderas realidades sociales, pues detrás de las ficciones de una sociedad de órdenes se vislumbra la realidad de los enfrentamientos de clases.
Michel Vovelle
Introducción a la historia de la Revlución Francesa
Critica ( Barcelona)
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